¿Cómo los gobiernos pueden aprovechar las cuarentenas? - Instiglio

¿Cómo los gobiernos pueden aprovechar las cuarentenas?

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Con el COVID-19 extendiéndose rápidamente en los piases en desarrollo, el impacto de este virus en las personas vulnerables podría ser devastador, más aún, cuando las enfermedades pre existentes podrían causar impactos particularmente graves en la salud. Se espera que las pérdidas de ingresos sean de más de $ 220 mil millones, con el riesgo de empujar a hasta 500 millones de personas adicionales a la pobreza extrema.

Desafortunadamente, para muchos países en desarrollo, la promesa de contener el virus a través de cuarentenas obligatorias es difícil de alcanzar3.000 millones de personas en los países en desarrollo carecen de acceso a las instalaciones de lavado de manos, necesarias para mejorar la higiene. El distanciamiento social será imposible para las mil millones de personas que viven en condiciones de hacinamiento. La migración interna es un factor de transmisión hacia las zonas rurales. Cesar el trabajo no es una opción para los 600 millones de personas en extrema pobreza, lo que hace imposible que la cuarentena nacional sea prolongada o repetida. Una vez que se alcanza una proporción crítica de la población infectada, a los gobiernos les será difícil contener con éxito el virus mediante cuarentenas. Sin embargo, las cuarentenas están dando a los gobiernos un tiempo invaluable para planificar a futuro.

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Foto por Martin Sanchez

Diseñar el plan correcto para llevar a cabo después de la cuarentena es posiblemente la tarea más importante y difícil que enfrentan los gobiernos y, sin embargo, puede perderse peligrosamente en la urgencia de la primera respuesta. La reapertura gradual del país de una manera tan organizada para contener la propagación es complicada. Quizás, la población en condición de pobreza podría pasar por una cuarentena muy dolorosa y breve, pero a medida que pasa el tiempo, la desesperación asociada con la pobreza y el hambre reducirá cada vez más las opciones de política. Con las vacunas al menos a 18 meses de distancia, y los tratamientos prometedores al menos a 9 meses de la producción en masa, la planificación de un mundo donde las cuarentenas ya no sean factibles es fundamental para minimizar el impacto de largo plazo de la pandemia.

El tiempo corre, pero hay un conjunto de acciones prometedoras, factibles y comunes que los gobiernos pueden lanzar en las próximas semanas para mejorar significativamente sus posibilidades contra COVID-19 después de que finalice la cuarentena.

Se necesita dinero para expandir la capacidad de los sistemas de salud, apoyar la recuperación económica y proporcionar ayuda inmediata a las personas vurnerables. Naturalmente, muchos países han solicitado préstamos de emergencia al FMI y al Banco Mundial. Sin embargo, se necesitan medidas más rápidas y audaces.

Anticipando la profundidad de la crisis, los gobiernos pueden reasignar los presupuestos de manera inmediata de formas más drásticas. Por ejemplo, haciendo recortes temporales a sectores no críticos como el turismo, la cultura, la defensa e incluso utilizando presupuestos de la educación que, a pesar de ser decisiones difíciles difícil, son necesarias. Como en Colombia, es razonable pensar en la reducción de los salarios de los funcionarios públicos, especialmente de aquellos que trabajan en sectores no prioritarios, cuando los demás ciudadanos están perdiendo sus salarios. Los impuestos de solidaridad a los más ricos también podrían ser necesarios.

A nivel internacional, los acreedores bilaterales pueden permitir la reprogramación de la deuda, liberando así $32.7 mil millones para los países en desarrollo. Los donantes también pueden relajar las condiciones de las ayudas anuales por $ 150 mil millones que les brindan a los países en desarrollo, para reorientar los fondos a la respuesta de COVID.

Para reducir futuras muertes, los gobiernos con recursos limitados deben usar el tiempo que la cuarentena les ha dado para impulsar creativamente las capacidades en el sector de la salud.

Para expandir la mano de obra, los gobiernos pueden imitar los esfuerzos de Italia, utilizando a los estudiantes de medicina. Podrían multiplicar la fuerza médica al alistar y capacitar a los militarestrabajadores de salud comunitarios e incluso farmacéuticos y médicos informales de las veredas, que a menudo son el primer punto de atención para los más vulnerables.

La infraestructura puede ser reutilizada. Los espacios públicos pueden albergar hospitales móviles, mientras que las escuelas, hoteles, iglesias y otros edificios que no están siendo usados pueden multiplicar las instalaciones de cuarentena para pacientes con COVID o servir como instalaciones de desbordamiento para pacientes regulares

Para aumentar las capacidades, más países en desarrollo pueden activar las líneas nacionales de producción e innovación. Ghana está reutilizando fábricas para producir 3,6 millones de máscaras en un mes. Nigeria, Sudáfrica y Marruecos han desafiado con éxito al sector privado para que estos fabriquen, localmente, ventiladores mecánicos. Colombia y Perú están financiando docenas de innovaciones locales para mejorar la detección, vigilancia y aprovechar la tecnología para contener futuros brotes.

Para acelerar la reapertura y hacer que sea un éxito, los gobiernos deben producir urgentemente pautas simples y claras para limitar la propagación de COVID y permitir una reanudación gradual de las actividades económicas. Las pautas delinearían un plan para reabrir estratégicamente partes del país, enfocándose en aquellos que son críticos para la respuesta del COVID y para la economía, que generan empleos para los pobres y que conllevan riesgos mínimos de transmisión. Dicho plan especificaría restricciones, pautas de distanciamiento y adaptaciones requeridas en los espacios públicos para disminuir los riesgos de contagio.

Las pautas tendrían que considerar las heterogeneidades internas. Por ejemplo, las zonas rurales menos pobladas, con bajas tasas de infección, pueden ser protegidas en sus “fronteras”; lo que permite a las poblaciones operar libremente dentro de su zona geográfica. En áreas más concurridas, el distanciamiento social puede ser imposible y los gobiernos deben imponer el uso de máscaras. Las pautas ofrecerían protección especial a los ciudadanos mayores y aquellos con condiciones preexistentes, protegiendo el sistema de salud.

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Foto por Adrien Delforge

Más que nunca, los gobiernos deben asegurar que cada centavo cuente. El gobierno debe estructurar un centro de comando apropiado para manejar la crisis y que responda a su naturaleza multidimensional. Además, los gobiernos pueden adoptar dos medidas que mejorarían significativamente su eficacia en la provisión de ayudas:

Establecer un observatorio para adoptar innovaciones efectivas: resolver este complejo desafío requiere innovación continua, y el mundo se ha convertido en una incubadora de innovaciones contra el COVID-19. Al establecer un observatorio de experimentos globales, los gobiernos pueden identificar, adoptar y adaptar eficazmente innovaciones efectivas a sus contextos. Evitando curvas de aprendizaje que, de otro modo, serían largas y costosas.

Sistemas de gestión del desempeño en tiempo real: la toma de decisiones basada en datos es clave para la gestión eficaz de la crisis. Los gobiernos pueden construir sistemas de gestión del desempeño en salud, recuperación económica y esfuerzos de protección social que brinden información en tiempo real sobre los problemas, y sobre la efectividad de las medidas gubernamentales. Esto permitiría una corrección rápida del curso de las medidas, cuando sea necesario, y enfocaría los recursos en las medidas que funcionen.

Aunque lejos de ser integrales, estas áreas de acción pueden aumentar los recursos y las capacidades de los gobiernos para combatir el virus, equipándolos con sistemas de provisión que sean efectivos y reorganizando sus sociedades de una manera que permita que la economía se reactive y se mitiguen los efectos en la pobreza. Si bien los gobiernos se encuentran en una carrera por detener el virus, deben participar simultáneamente en el ejercicio disonante de planificar para vivir con él, al menos en un futuro previsible. Por difícil que sea, quizás esa es la estrategia pragmática ganadora para los países en desarrollo.